Hemos llegado al último día de campamento antes de la fiesta de las familias del domingo. La intensidad sube y se notan los nervios.
Hoy se ha desarrollando la tradicional Gyncana final del campamento, esta vez titulada ‘La Hacienda Prometida’.
Después de atravesar a pie enjuto el mar Rojo y empezar la travesía en el desierto, Yahveh está intuyendo que los hebreos tienen un poco de abstinencia de construir casas, palacios y pirámides. Como si fueran niños pequeños 1, en cada descanso varios se juntan a construir castillos de arena. Y es que 400 años de fabricar con las propias manos ladrillos no se olvidan fácilmente. Eso y las lentejas, qué buenas las lentejas de Egipto. Los hebreos ya no quieren maná, ni codornices, ni aguas de Meribá: ¡quieren hacer casas!
Moisés, viendo que el pueblo se vuelve a rebelar porque lo que quieren es tener ya sus palacios y anhelan ponerse a construir ya sobre plano, decide darles una misión a sus espías: en su próxima incursión de espías en Canaán, tierra de gigantes que mana leche y miel, van a recuperar el encinar de Mambré, otrora hogar de Abraham. Una finca extensísima donde la tribu de los constructores (como los llama Aarón en broma) pueden edificar los primeros palacios y casas para los hebreos.
Extracto de la explicación del juego ‘La Hacienda Prometida’
No es la Tierra Prometida, pero por algo se empieza.
Como todos los años, despedimos a los más mayores con la graduación. Muchas experiencias vitales vividas que, según han dicho en su discurso, les han ayudado a madurar. Muchas gracias chicos y chicas.